Quizá no eres exactamente la madre de tu gatito, pero sí eres responsable de su salud, bienestar, comportamiento, comodidad y seguridad. ¿Por lo tanto, de qué modo puedes ser una “buena madre” y ayudarle a criarse como es debido? A continuación te sugerimos algunos puntos clave.
Enséñale buenos modales
Pese a ser tan pequeño, tu gatito puede resultar terriblemente destructivo. Una parte importante de su aprendizaje es ayudarle a comportarse bien con los demás. Ninguna visita exclamará “¡que gatito tan mono!” si ha sido tomada por un rascador. Y pescar plantas o peces en el estanque de tu vecino no os ganará fama de buenos vecinos a ninguno de los dos.
Premia sus buenas costumbres
Como dueño de un animal de compañía, hay ciertas buenas costumbres que puedes incorporar a la rutina diaria, con la finalidad de que distinga entre momentos de juego y momentos de descanso.
Mantén las zonas de actividad y de sueño de tu gatito confortables y secas, y pon siempre a su disposición abundante agua fresca. Puedes ayudarle a hacer el ejercicio que necesita incitándole al juego con juguetes seguros y divertidos.
El aseo es otra parte importante de la rutina diaria y ayuda a prevenir la formación de parásitos y problemas cutáneos. Si lo cepillas durante unos minutos todos los días, reducirás la formación de bolas de pelo, y a él le encantará que le dediques atención.
Tu gatito aprende por asociación. Prémialo con besos y caricias cuando se porte bien y asociará el buen comportamiento con una recompensa que querrá recibir más veces. Es lo que se conoce como refuerzo positivo. Cuando su comportamiento no sea tan bueno, no le grites; simplemente no le hagas caso. Cuando haga sus necesidades en su bandeja, elógiale y prémiale. Si lo hace en la alfombra, haz como que no lo has visto: regañarle no os serviría de nada a ninguno de los dos.
Educación
Con respecto a su educación, piensa en qué quieres que haga tu gatito, por qué debería hacerlo, cuándo y cómo vas a recompensarle. Los gatitos tienden a tener la comida como única motivación pero, por desgracia, esto sólo funciona cuando tienen hambre. Así que tendrás que encontrar un premio o juguete que le guste de verdad para usarlo cuando lo eduques.
Educar a un gato es muy diferente de hacerlo con un perro. Nunca le pedirás que realice una serie de acciones como “¡sienta!” o “¡junto!” Lo que le puedes enseñar es a respetar ciertas zonas de la casa y a saber que no puede trepar por las cortinas o saltar a la estantería de la cocina.
Siempre es a base de refuerzo positivo. Si te lo encuentras en la superficie de trabajo de la cocina o en mitad de la cortina, ponlo en el suelo y vete. Reserva las palabra amables para cuando tenga las cuatro patas bien apoyadas en el suelo. No tardará en captar la idea.
Enséñale de joven y tendrás un gato bien educado con el que será un placer convivir. Recuerda continuar el proceso de refuerzo con elogios y premios, también cuando sea adulto. No te será difícil, porque disfrutarás mimándole y acariciándole tanto como él.